Terapia energética
Cuando viajé a Tailandia la primera vez, mi maestro me llevó a ver a su maestra, Mae Ale. Aquella experiencia cambió mi vida para siempre.

La lengua del corazón
Recuerdo mi primera impresión al entrar en aquel remoto lugar, en medio de una carretera en Chiang Mai. Era una tienda de dioses hinduistas: cientos de figuras de diferentes tamaños parecían protegerla. Nunca había visto a la diosa Kali (o no había sido consciente de ello hasta aquel momento). Pero cuando la miré, supe que ella sí me había visto a mí. De hecho, te parecerá una locura, pero sentí que me estaba esperando. Me quedé mirándola un buen rato sin parpadear, hasta que mi maestro me dio la entrada a un cuartito que había a la derecha. Inhalé, y entré aguantando la respiración.
Mae Ale me esperaba sentada en el suelo con las piernas cruzadas. Es ese tipo de mujer que puede tener cincuenta o setenta años. Llevaba una camiseta de un dibujo animado con detalles de lentejuelas. Aquello me tranquilizó.
Me senté, saludé con mis manos juntas en el pecho, y ella me miró fijamente. Traté de sonreír, creo que de pura incomodidad al principio. De pronto, abrió su pequeña boca, y todo cambió para siempre.
Una lengua rápida y repetitiva salió por sus labios y cerré los ojos. No te lo puedo explicar mejor, porque es de ese tipo de situaciones que tienes que vivir para entender. Mi cuerpo flipó en colores, no te lo voy a negar. Pero hubo algo más profundo que me ancló a mi asiento, agradeciendo, respirando, liberándose. Y noté cómo todo lo que llevaba cargando conmigo años -pena, agotamiento, soledad, frustración, rabia- abandonaba mi cuerpo a través de mi cabeza, permitiéndome sentir una ligereza y un amor que no había sentido nunca. Comencé a llorar.
Ella eructó repetidamente, y super que aquel gesto que en España es de tan mala educación, me estaba sanando y permitiendo otra oportunidad en la vida. Para ser feliz, para encontrar mi camino, para hacer todo lo que había venido a hacer.
No sé cuánto tiempo estuve así, creo que fueron como siete u ocho minutos. Para mí, fue una eternidad que siempre llevaré en mi corazón.
Te hago el cuento corto para añadirle un poco de dramatismo a la historia (como si le hiciera falta). Tras una serie de comentarios, Mae Ale me hizo entender en su inglés de sanadora tailandesa, que yo había venido al planeta a hacer lo mismo que ella.
Faltó una brisa mágica dando vueltas a mi alrededor. Porque en ese momento, en aquel lugar remoto, con aquella mujer tan especial, noté que todo lo que había vivido en mi vida, cada paso, cada decisión, cada cagada, cada cambio de camino, por fin tenía sentido. Todo me había llevado a encontrar mi propósito.
Ocho años y mucho, mucho, mucho entrenamiento después, aquí me tienes, en Madrid, siendo la mujer peculiar que habla una lengua rara y ayuda a los demás a transformar su vida.
¿Que qué hace esta lengua? Te conecta con lo más profundo de tu ser y con la energía del universo. Unos lo llaman Dios, otros su propio inconsciente. A mí me permite ayudarte a subir tu vibración, y por el camino a veces me salen respuestas a preguntas que a lo mejor no has hecho en voz alta pero que tu energía necesita que sepas. Y si me dan permiso, te las doy.
Espero que la energía que hay en estas líneas te anime a llamarme. Y si por lo que sea no te apetece, no te preocupes, fíate de tu tripa. A veces simplemente es cuestión de tiempo. Sigue tu intuición hasta que encuentres tu modo de conectar contigo. Solo ten fe en ti y de una manera u otra, muy pronto encontrarás tu camino.